cierto modo—dijo el viajero—, cada libro es un nido en el que se recuesta nuestra atención. Al principio divagamos solos por sus páginas, pero gradualmente el cielo nos transporta de nube en nube hasta el más hondo de los azules: el del entendimiento, allí donde no hay tapas, ni siquiera letras. En ese viaje por las voces quietas, nuestros compañeros de ruta se llaman pasado y presente. El pasado, quienes nos precedieron; el presente, quienes son nuestros contemporáneos.