En poesía, el sonido fluctúa alrededor de la ambivalencia del sentido. Sonido y sentido se entrelazan y establecen una fértil coexistencia, en juegos de complementariedad. Una estética disruptiva va a crear equívocos y antagonismos cultivando disonancias y conflictos. Instantes de asombro donde el mundo refleja vitalidad, luz, color, materia, profundidad.