Elizabeth despertaba a diario sabiendo que cada hora traería un vendaval de dolor y angustia. Por eso convirtió el sexo en un acto desesperado con que conjurar el vacío, el amor en una obsesión abocada al fracaso y las drogas y el alcohol en una búsqueda vana de placer. La puerta de salida del infierno de Elizabeth tenía un nombre: Prozac, el fármaco que simbolizó la panacea en los años 90. Merced a esa sustancia, muchas personas recuperaron el deseo de vivir, pero su uso se tornó muy polémico. Elizabeth Wurtzel, periodista de la revista Rolling Stone, expone aquí el horror de su propia existencia. Pero Nación Prozac supera el relato autobiográfico para convertirse en un informe generacional que nos habla de hombres y mujeres jóvenes que han alcanzado la madurez inmersos en la cultura del divorcio, la inestabilidad económica y el sida