El cielo de la selva

La naturaleza de la muerte es una para todos, es un idioma común de las especies.

Siempre ha sido la oveja negra. La no querida. La del ojo malo. La cabrona de los chistes macabros, la que un día gritó cuando todos jugaban en plena selva, por qué no nos comes ahora, hija de puta, mientras los otros niños se escondían tras los árboles.

Ser una oveja negra le da el privilegio de la soledad

Los adultos no ven más allá del miedo en sus propios ojos

En la selva y en la vida no hay nada gratis. Todo tiene un precio.

la soledad era lo peor que le podía pasar a una madre.

Carajo, cómo duele el hambre de los hijos

Carajo, toda la vida me he preguntado por qué se nace, por qué se escoge nacer cuando es tan bueno no existir, no ser nada, no sentir el peso de esta vida

hacían hijos y los dejaban luego como un recuerdo de que su presencia no había sido un sueño o una alucinación colectiva. Era mejor no acostumbrarse a ellos, decía siempre tu madre, era mejor no pensar en ellos porque un día, uno como otro cualquiera, se marchaban. No quedaba rastro de su presencia, ni huella, ni ropa, ni paso por el mundo

morirse es una tarea complicada.