Animado por la constante molestia que le causaba el estricto control del Parlamento sobre la prensa y por la censura sobre su propia obra, Milton escribió este libro como un ejercicio de vigor prosístico que es hoy uno de los más antiguos y vigentes discursos en torno a la libertad de imprenta. Milton dedicó su alegato a la institución que, en el Reino Unido, sería la correspondiente del Areópago, el tribunal ateniense, para cuestionar las medidas de regulación y control oficiales de los medios. El poeta sufrió cárcel y estuvo cerca de ser ejecutado por sus actividades propagandísticas, pero expuso, en el siglo XVII, una polémica que sigue vigente.