La torre no tiene ventanas; no sé a qué altura me encuentro. Podría estar en las nubes, bajo tierra o incluso dentro del agua.
Cien escalones separan un piso del siguiente, ni uno más ni uno menos.
También sé que, al final de cada escalera, hallaré la puerta que lleva a una habitación que debo atravesar para continuar con el descenso. Es un recorrido ordenado y lineal.
La soledad me abruma. Creo que no hay nadie más aquí, aunque a veces oigo ruidos en la oscuridad y voces dentro de mi mente.
Antes estaba Ástrid, pero dejó de visitarme. No sé qué relación tendremos. ¿Somos parte de una misma familia? ¿Es mi maestra? No sé. Esos son conceptos que no logro comprender del todo. Ástrid es Ástrid, con eso siempre me bastó. Me pregunto qué ha sido de ella, la última vez que se asomó a mi cuarto fue hace… numerosos ciclos. Perdí la cuenta.
Ástrid me alimentaba. Ahora que se fue, tengo hambre.
Quedan solo treinta escalones más y llegaré al siguiente nivel. Me duelen las piernas, nunca me había agotado de esta forma. La comodidad de mi cuarto siempre fue suficiente para saciar mis necesidades. Jamás descendería bajo circunstancias normales, tengo prohibido hacerlo.
Sin embargo, esta es una emergencia.
Espero que el siguiente cuarto sea una alacena, un depósito de alimentos o algo por el estilo. Si no como pronto, me desmayaré.