leer las descripciones que Kafka nos dio de su infancia. La minuciosa descripción de su sentimiento de culpabilidad, de vergüenza y de miedo, la «misteriosa inocencia, el misterioso poder» que hacía invulnerable a su padre, y que a él le encerraba en un círculo sin salida. «Tú, que tan prodigiosa autoridad tenías a mis ojos, no respetabas las órdenes que tú mismo dictabas. De aquí resultó que el mundo se dividió en tres partes: una, aquella en que yo vivía como esclavo, sometido a leyes que sólo habían sido inventadas para mí y que, por añadidura, nunca podía cumplir satisfactoriamente, sin saber por qué; otra, que me era infinitamente lejana y en la cual vivías tú, ocupado en gobernar, en dar órdenes y en irritarte porque no se cumplían; por último, la tercera, en que los demás vivían dichosos, exentos de órdenes y de obediencia.»