Nos encontramos ante un texto que aglutina una serie de artículos de diversa índole organizados en torno a un denominador común, el café. En la estructura de este conjunto hay un hilo conductor que sirve para enlazar los apartados y reforzar la idea del café, un mero pretexto, por medio de breves diálogos entre el autor y un camarero que le sirve en el café donde está escribiendo la obra. Partimos de un elemento autobiográfico y, en el caso de que el lector desconozca la identidad de este autor, ciertos detalles recurrentes hacen pensar que se trata de una persona polifacética, médico de profesión, aficionado a las artes, experto en pintura, lector insaciable, tal vez articulista en prensa diaria y revistas. El autor juega con las distintas formas de escritura en un ejercicio que lo lleva de la realidad a la fantasía, de lo cotidiano a lo onírico, del pasado al presente en una especie de revisión de lo acumulado a lo largo de una existencia que se muestra dilatada. Se evidencia su preocupación por los grandes temas que acucian al hombre: las señas de identidad, la aspiración a la felicidad, el amor, la muerte, el paso del tiempo, la comunicación, la soledad. El apartado CAFÉ PARA DOS, con sus diez capítulos, es una clara muestra de variaciones sobre el mismo tema, muy de actualidad en la literatura de los últimos tiempos. Sin embargo, en el apartado DE CAFETAL (COSECHA PROPIA), el paréntesis aclaratorio del título revela cuánto puede haber de autobiográfico en algunos de sus once capítulos, pero no en todos, quizá para desorientar al lector. También es cierto que el autor, al final del libro, da pistas interesantes para que se conozca su identidad personal al aclarar que el Café Marfil de Elche es el espacio ficticio que encubre la propia residencia en Santa Pola del médico escritor. Y si a esto añadimos que Largo y amargo ha quedado finalista en el Premio Café Marfil de Elche, convocatoria 2012, queda definitivamente aclarado todo.