La práctica de la meditación nos ayuda a generar la energía de la plena consciencia y de la concentración. Esta energía nos permite darnos cuenta de que, en realidad, nada nace y nada muere, lo que contribuye a eliminar el miedo a la muerte. Y es que, cuando entendemos que no podemos ser destruidos, nos liberamos del miedo. Esta es una gran liberación. La ausencia de miedo es la alegría última.