Los tiranos, una vez saciada su ferocidad, se vuelven bonachones; todo volvería a la normalidad si los esclavos, celosos, no pretendieran también saciar la suya. La aspiración del cordero a hacerse lobo origina la mayoría de los acontecimientos. Quien no tiene colmillos sueña con ellos; desea devorar a su vez y lo logra por la brutalidad del número.
La historia, ese dinamismo de las víctimas.