Nos encontramos ante una novela de protagonismo coral que recoge nueve meses en la vida de un vecindario madrileño.
La muerte fortuita de un adolescente, acaecida en el patio común que comparten cuatro edificios, coloca al conjunto de sus propietarios en una difícil coyuntura judicial que los vinculará de manera inevitable. Por una parte, el grupo de los vecinos, habitantes de su propia rutina, y por otra, unos padres enfrentados a la ausencia irremediable del hijo, componen un retablo actual de la condición humana, con sus bondades y sus miserias; y, como contrapunto, un lugar —el patio— con entidad propia, testigo de intereses voraces que acompañarán al lector, y a Amalia, hacia un fatal desenlace.