Contribución a la discusión internacional sobre la cuestión de la legitimidad: ¿qué es lo que permite hoy decir que una ley es justa, un enunciado verdadero? Ha habido los grandes relatos, la emancipación del ciudadano, la realización del Espíritu, la sociedad sin clases. La edad moderna recurría a ellos para legitimar o criticar sus saberes y sus actos. El hombre postmoderno ya no cree en ellos. Los “decididores” le ofrecen como perspectiva el incremento del poder y la pacificación por la transparencia comunicacional. Pero el hombre sabe que el saber, cuando se convierte en mercancía informacional, es una fuente de ganancias y un medio de decidir y de controlar. ¿Dónde reside la legitimidad después de los relatos? ¿En la mejor operatividad del sistema? Se trata de un criterio tecnológico, y no permite juzgar acerca de lo verdadero y de lo justo. ¿En el consenso? Pero la invención se lleva a cabo en la disensión. ¿Por qué no en esta última? La sociedad que viene procede menos de una antropología newtoniana (como el estructuralismo o la teoría de sistemas) y más de una pragmática de las partículas lingüísticas. El saber postmoderno no sólo es el instrumento de los poderes: refina nuestra sensibilidad ante las diferencias y refuerza nuestra capacidad para soportar lo incomensurable. No encuentra su razón en la homología de los expertos, sino en la paralogía de los inventores. Entonces: ¿es practicable una legitimación del lazo social, una sociedad justa, según una paradoja análoga? ¿En qué consiste ésta?