Nuevamente, se trata de preparar un ambiente propicio para recibir a Dios, que parece tener algunos elementos comunes a toda religión o experiencia espiritual: la repetición, el rezo colectivo, los cánticos monótonos. Algo similar ocurre con los mantras de la meditación: se aprovechan determinados sonidos y se los repite, individual y colectivamente, hasta que se llega a un estado particular de conciencia.