Seguimos juntos, dice Peter Sloterdijk, porque somos sistemas de preocupaciones que se estresan a sí mismos y huyen permanentemente hacia adelante. Una sociedad no es más que eso: un campo de fuerzas constituido por el estrés, «que sólo existe en la medida en que logra conservar su tono específico de inquietud a lo largo de la sucesión de temas día a día, año a año». Nuevo nombre del malestar en la cultura freudiano, el estrés reemplaza aquí a la paranoia, factor de unión psicosocial muy enarbolado en la época (no tan arcaica) en que las comunidades postulaban enemigos exteriores para abroquelarse, y a su equivalente médico, la semántica inmunológica, que describía la sociedad como un sistema inmunitario enfrentado con toda clase de agentes externos microscópicos.