Barcos e islas: así empieza y termina una buena novela de aventuras, porque en la aventura dominan el agua y el viaje, y la tierra es pequeña, rara y desconocida.
El narrador de “Gracias” llega en un barco como prisionero a una isla y es vendido como esclavo; a partir de allí sucede casi todo lo que el lector espera que suceda, apenas desfasado. Para ese pequeño desplazamiento, imperceptible como un minutero, juegan la precisión del lenguaje, el tenue sentido del humor, los personajes y sobre todo la imaginación de Pablo Katchadjian, que da la vuelta al mundo. Parece una novela rara, pero no es rara: “Gracias” es felizmente literaria.