es
Martín Luis Guzmán

La sombra del caudillo

Notify me when the book’s added
To read this book, upload an EPUB or FB2 file to Bookmate. How do I upload a book?
  • Abigail Mirandahas quotedlast year
    Falló en su esencia el complot
  • Abigail Mirandahas quotedlast year
    —Vamos a ver —dijo— si son fundados los elogios que de usted hace el general Leyva… Se trata de esto: si el diputado Olivier Fernández, logra escapar de la Cámara, usted se encarga de matarlo en la calle. ¿Me entiende?

    Aquel oficial se llamaba Adelaido Cruz
  • Abigail Mirandahas quotedlast year
    Aquí el mayor Canuto Arenas, el mayor Licona, el capitán Fentanes y los agentes especiales Márquez, Lomas y Abat saben ya cuáles son los líderes aguirrista más peligrosos. Ellos tienen el encargo de irlos mostrando a cada grupo a medida que cada líder entre en la Cámara o según vaya ocupando su curul.
  • Abigail Mirandahas quotedlast year
    Cuando comiencen los gritos y haya vivas a Ignacio Aguirre, nosotros gritaremos: «¡Muera!», y daremos vivas a mi general Hilario Jiménez. A los aguirristas que estén con nosotros en la tribuna los amedrentaremos y desalojaremos amenazándolos con las pistolas y golpeándolos… Si más instrucciones hacen falta, las daré sobre el terreno.
  • Abigail Mirandahas quotedlast year
    La misma escena se produjo otra vez con un par de aretes que costaban once mil quinientos pesos, y luego otra más, con aretes de diez y siete mil. Por fin, el empleado mostró lo que Segura quería:

    —Veinte mil pesos. En su tamaño no hay brillantes mejores.

    Segura recibió el estuche y pagó. Pagó con un fajo de cuarenta billetes de a 500 pesos: los cuarenta con una misma rotura
  • Abigail Mirandahas quotedlast year
    Cerca del mediodía el Cadillac que había pertenecido al general Aguirre se detuvo, en la avenida Madero, a la puerta de «La Esmeralda». El chofer, sucio, mal vestido, mal sentado, no se movió de su asiento. Un hombre abrió la portezuela y descendió: era el mayor Manuel Segura. El auto echó entonces a andar, y Segura, acomodándose el revólver en el cinto, entró en la joyería
  • Abigail Mirandahas quotedlast year
    Pero este laconismo de los periódicos no hacía, en realidad, sino acoger, callándolas, la sorpresa y la consternación públicas. La ciudad vivía como siempre, pero sólo en apariencia. Llevaba por dentro la vergüenza y el dolo
  • Abigail Mirandahas quotedlast year
    Los cadáveres se encuentran a disposición de los deudos en el Hospital Militar de esta capital y corresponden a las personas siguientes: general de división Ignacio Aguirre; general de brigada Agustín J. Domínguez, gobernador de Jalisco; señor Eduardo Correa, presidente municipal de la ciudad de México; señores licenciados Emilio Olivier Fernández y Juan Manuel Mijares, diputados al Congreso de la Unión; ex generales Alfonso Sandoval y Manuel D. Carrasco; capitanes Felipe Cahuama y Sebastián Rosas, y señores Remigio Tarabana, Alberto Cisneros y Guillermo Ruiz de Velasco”
  • Abigail Mirandahas quotedlast year
    Al otro día de la muerte de Ignacio Aguirre los periódicos de la ciudad de México no hablaban con mucha amplitud acerca del levantamiento de Toluca. Una fuerza superior a ellos los obligaba de nuevo a no decir lo que sabían. El Gran Diario traía apenas un boletín oficial bajo este título de vaguedad reveladora: «Consejo de guerra en el Estado de México». El boletín decía as
  • Abigail Mirandahas quotedlast year
    aparecieron fanales de un coche.

    Casi a rastras se movió entonces Axkaná hasta en medio del camino. Allí se arrodilló, se puso en pie y volvió a caer de rodillas, iluminado por los rayos de los fanales, que le desencajaban más el rostro y le prolongaban trágicamente, hacia arriba, la mano que él levantaba. Su actitud, más que desfallecimiento y súplica, acusaba desesperación: que aquel auto lo socorriese o que lo aplastara, igual le habría dado.

    A cinco o seis metros los fanales pararon. Una portezuela se abrió y se volvió a cerrar; se recortó en la región de luz la silueta del chofer; luego, detrás de ella, la de otro bulto. Axkaná, tendido en tierra, vio iluminarse e inclinarse sobre su cara dos rostros que lo observaban. Oyó que desde el coche otra persona preguntaba algo en inglés
fb2epub
Drag & drop your files (not more than 5 at once)