Estaba convencida de que su vocación no era traer niños al mundo y educarlos —de hecho, sentía desprecio y repugnancia por esa vocación—, sino destruir el orden existente, que encadenaba las mejores fuerzas del pueblo, y mostrar a los hombres ese nuevo camino revelado por los más recientes escritores europeos. Su figura generosa y atractiva, su cutis blanco, de mejillas sonrosadas, sus brillantes ojos negros y su espesa trenza morena despertaban en los hombres sentimientos que ella no quería ni podía compartir, pues estaba absorbida de lleno por su actividad de agitadora social. Pero en cualquier caso le agradaba suscitar esos sentimientos