Raíz Torcida regresa a su planeta después de quinientos años extraviado en el brazo más lejano de la galaxia. Su mundo está devastado, pero no todo está perdido.
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Hay algo allá abajo, entre las ramas deshojadas de Madre, en los lindes de su bosque junto a la entrada oriente del valle sagrado. Es lo que queda de ciudades construidas por los carnívoros. No estaban aquí el día que me marché. Entre sus muros demolidos veo piras alimentadas con cuerpos de Pod desmembrados. Un poco más cerca del templo están las máquinas de guerra alineadas. Disparan toda su artillería contra la barrera viva de Madre. Y Madre resiste. Se oyen los gritos desesperados de los carnívoros en las líneas de ataque. Se mezclan con otros gritos de odio y barbarie. Madre mantiene a estos seres a raya. Empuja con sus lianas inferiores y hojas enormes y resistentes como naves estelares. Pero el cerco se ve débil, sin espinas. No tiene la intensidad que solía desincentivar a las criaturas que nos amenazaban en el pasado. Del otro lado del cerco y por apenas un instante, veo a un grupo de Pod armados con rocas y lanzas. Son un centenar de sombras altas y de cáscaras gruesas esperando la última guerra que los verá arder.
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