«Una sucesión de miniaturas deslumbrantes que perfilan un personaje protagónico que tolera poco al género humano (o al menos a esa variante que blande su mediocridad como una espada), que descree de su obra (escrita) o de cualquier obra (en general), a tal punto que Stimmberg pertenece también, por derecho propio, a la estirpe de los Bartleby, por la negación permanente de aquello que lo constituye. La fluidez del texto corre pareja con su concisión y ello potencia hasta el límite, también, sus posibilidades expresivas.» Rodrigo Pinto