En el Instituto de Enseñanza Secundaria Roberto Bolaño se presenta un funcionario del Servicio de Inspección Educativa. Las autoridades académicas le han enviado para averiguar los motivos que han podido llevar a un profesor de ese claustro a intentar acabar con su vida.
Su actuación resulta extremadamente delicada, ya que aborda dos temas sobre los que la Administración prefiere pasar siempre con la mayor discreción posible: el acoso laboral y el suicidio. Demostrar lo primero enseguida resulta muy complicado. Identificarlo como desencadenante del trágico final del joven profesor, casi imposible.
Cuando comienza a cundir el desánimo en el inspector ante las presiones de sus superiores que quieren una sanción, se produce el fallecimiento del suicida. A partir de ese momento, una mano anónima comienza a impartir una justicia poética que desencadenará una serie de desgracias.
Entretanto, a lo largo de la obra desfilan ante el lector canallas, amantes, modelos, drogadictos, enfermos, personas, en definitiva, que conforman el retrato de ese Nocturno, el de las clases en el turno vespertino, el de la enseñanza a deshora.