Para quien comienza a aventurarse en la lectura de quien supo dar batalla a los prejuicios “machistas” de que belleza e inteligencia no se pudiesen reunir en una sola persona o dejar perpleja a la crítica brasileña y extranjera al deslindarse de su “escritura demasiado femenina e introspectiva” de sus inicios y colocar al frente de sus novelas a narradores/autores masculinos, es difícil decidir por dónde comenzar. Tal vez sus cuentos o sus crónicas sirvan de excelente carta de presentación, con textos más fluidos que los que se presentan en sus últimas novelas, con personajes para nada heroicos como Macabea, colmadas de digresiones y narración aletargada pero que siguen conduciendo al lector a un devenir de interrogantes existenciales y donde el lenguaje se instala como personaje principal (aunque la muerte pareciera imponerse). No importa la puerta de entrada, ella seduce por donde se la lea. Revelación de un mundo (2008) y Descubrimientos (2010) conforman la publicación en castellano, por parte de Adriana Hidalgo editora (AH), de las crónicas que Clarice escribió cada sábado, entre el 19 de agosto de 1967 y el 29 de diciembre de 1973, donde a partir de “anécdotas” cotidianas dio igual importancia a reflexiones sobre sus mucamas, sus charlas con taxistas o sus cuestionamientos, entre líneas, a las políticas imperantes por aquellos años oscuros.