Hace apenas una década y media que en los medios de comunicación, en los espacios de poder político e incluso en las charlas de sobremesa se coló la expresión “ADN forense” para apuntar a algo que es mitad solución auténtica, mitad mito. Los últimos años han visto una dolorosa proliferación de personas desaparecidas, de fosas clandestinas, de cuerpos para los que no se cuenta con ninguna pista sobre su identidad, todo lo cual ha desembocado en una auténtica crisis de dolor e ignorancia: ¿quiénes son todos estos muertos? Ante tan aborrecible síntoma de descomposición social ha emergido la genética como fuente de certezas que permite a los familiares dirigir su duelo hacia unos pocos restos humanos. A esa esperanza se ha sumado la fantasía de la televisión y el cine, que fabulan sobre la eficacia y la infalibilidad de las técnicas de laboratorio para resolver ciertos crímenes.
Este volumen colectivo aborda con gran originalidad la vida social del ADN forense desde las perspectivas filosófica, histórica, económica, antropológica, social y legal. Ante la coyuntura que vivimos, la obra representa un ejercicio valiente sobre las promesas y las realidades que las herramientas científicas ofrecen para enfrentar esta crisis. La creación —y el inmoral comercio— de bases de datos genéticas, las muchas aristas de la identificación plena de una persona fallecida, la privacidad de los familiares, las exigencias institucionales de que la ciencia sea eficaz, las (des)ilusiones de la sociedad civil ante lo que puede revelar algún fragmento de cromosoma, más la exposición de lo que ha ocurrido en esta materia en Colombia, son los asuntos abordados aquí por diversos expertos, con un lenguaje llano y franco, esencial para darle su justa dimensión al inesperado protagonista en que hoy, en México, se ha convertido el ADN. Por todo ello, como apunta la periodista Wendy Selene Pérez en el prólogo, este libro «informa, muestra, analiza, interpela y por muchos momentos también genera indignación».