—No, no tengo nada que ver con ella. Sin embargo…
—Ah, vaya, vaya. Pues entonces, usted, al igual que nosotros, es una más de las víctimas. Ha sido usted engañado por Himegusa, quien además le ha hecho cometer una infracción del reglamento médico.
De repente, el rostro de mi interlocutor se crispó con una maldad demoníaca.
—¡Insultante! ¿Qué pruebas tiene usted?
—¿Pruebas, dice? Si llamamos a la otra víctima, enseguida lo verá claro.
—Pues llámela. ¡Es vergonzoso! Mancillar de esa manera la última voluntad de una muerta tan inocente como ella.
—Bien, entonces ¿puedo llamar a la otra persona, verdad?
—Desde luego. Cuanto antes, por favor.