Por cierto, Adolf Hitler daba dos por el precio de uno. Llamó a su partido el de los nacional socialistas, los nazis, y su esvástica no era un símbolo pagano, como cree mucha gente, sino la cruz cristiana del trabajador, formada por hachas, por herramientas.
En cuanto a las iglesias tapiadas de Stalin y las de China actualmente: esta supresión de la religión está supuestamente justificada por la afirmación de Karl Marx de que «la religión es el opio del pueblo». Pero Marx dijo eso allá por 1844, cuando el opio y sus derivados eran los únicos calmantes eficaces que se podían tomar. El propio Marx los había tomado y agradecía el alivio momentáneo que le habían proporcionado. Con aquella frase no hacía más que constatar, que no condenar, el hecho de que la religión también podía reconfortar a los desfavorecidos económica o socialmente. Era un comentario despreocupado, no una máxima.