En pie, delante de mí, estaba el atractivo turista francés que había hecho todo tipo de profanidades con mi cuerpo hacía tres semanas. Tenía el mismo aspecto de dios griego que la última vez que lo había visto, aunque en ese momento imponía muchísimo más.
Célian llevaba unos pantalones gris claro que parecían hechos a medida, una camisa de sastre blanca y tenía el ceño fruncido. Parecía dispuesto a decapitar a Kyla y usar las extremidades de la chica para alimentar a la multitud que se había reunido a su alrededor. A su lado, había un hombre con el pelo blanco que era un par de centímetros más bajo que él.