Christian Jonathan Peña Rosales

llamo como me puso mi padre. Me da miedo el mar. Me estremece la falta de rubor en el rostro de los ahogados. Me enamoran las palabras de mi padre; me falta su disciplina. Me aterran las majestuosas olas de Kanagawa, rozando el cielo con la cresta de su canto. Me reconozco a través de mis miedos. Me gusta que existan cosas azules y bellas. Me llamo como pudo haberse llamado Hokusai o eso imagino. Quizás me llamo Hokusai.
No sé nadar, pero conozco la muerte.

llamo como me puso mi padre. Me da miedo el mar. Me estremece la falta de rubor en el rostro de los ahogados. Me enamoran las palabras de mi padre; me falta su disciplina. Me aterran las majestuosas olas de Kanagawa, rozando el cielo con la cresta de su canto. Me reconozco a través de mis miedos. Me gusta que existan cosas azules y bellas. Me llamo como pudo haberse llamado Hokusai o eso imagino. Quizás me llamo Hokusai.
No sé nadar, pero conozco la muerte.

llamo como me puso mi padre. Me da miedo el mar. Me estremece la falta de rubor en el rostro de los ahogados. Me enamoran las palabras de mi padre; me falta su disciplina. Me aterran las majestuosas olas de Kanagawa, rozando el cielo con la cresta de su canto. Me reconozco a través de mis miedos. Me gusta que existan cosas azules y bellas. Me llamo como pudo haberse llamado Hokusai o eso imagino. Quizás me llamo Hokusai.
No sé nadar, pero conozco la muerte.

Me llamo como me puso mi padre. Me da miedo el mar. Me estremece la falta de rubor en el rostro de los ahogados. Me enamoran las palabras de mi padre; me falta su disciplina. Me aterran las majestuosas olas de Kanagawa, rozando el cielo con la cresta de su canto. Me reconozco a través de mis miedos. Me gusta que existan cosas azules y bellas. Me llamo como pudo haberse llamado Hokusai o eso imagino. Quizás me llamo Hokusai.
No sé nadar, pero conozco la muerte

Me llamo como me puso mi padre. Me da miedo el mar. Me estremece la falta de rubor en el rostro de los ahogados. Me enamoran las palabras de mi padre; me falta su disciplina. Me aterran las majestuosas olas de Kanagawa, rozando el cielo con la cresta de su canto. Me reconozco a través de mis miedos. Me gusta que existan cosas azules y bellas. Me llamo como pudo haberse llamado Hokusai o eso imagino. Quizás me llamo Hokusai.
No sé nadar, pero conozco la muerte.

Los cangrejos avanzan hacia atrás, encuentran su destino dándole la espalda.

Un cangrejo es siempre una cuenta regresiva.

Los cangrejos avanzan hacia atrás, encuentran su destino dándole la espalda.

“Si puedes leer esto es que aún vives”; si puedo escribirlo es que aún no he muerto.

Todas las historias de amor comienzan con un muerto.

el arte de olvidar comienza recordando,