Inés también abortó dos veces antes de tener a Jaime. El primero a las diez semanas de embarazo, y el segundo al mes y medio. Fueron momentos duros, de dudas incesantes, preguntas que surgían de las tripas y respuestas sin alma basadas en análisis médicos y porcentajes de error. Varias amigas suyas tenían bebés y ella se sentía triste. Son cosas que un hombre puede intuir, pero que nunca comprenderá del todo. Una vida naciendo y muriendo en tu interior, un corazón que late a las seis semanas y se para al poco, una flor que surge y se pudre al mismo tiempo. Cuando quedó embarazada por tercera vez, nos lo tomamos con calma. Reposo absoluto, pensamiento optimista, sonrisas y caricias. Y de dos cadáveres prematuros nació un niño, Jaime, que fue la alegría de su vida. Sin embargo, como los dos retoños no nacidos, sin nombre ni rostro, también terminó por irse al limbo.