En la década de 1950 y principios de 1960, era muy común recetar una medicina llamada talidomida para tratar las náuseas en mujeres embarazadas. Algunos años después, quedó claro que aquello que antes era considerado un tratamiento inocuo había provocado defectos de nacimiento severos en los niños. Esto ocasionó que la Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) prohibiera el uso del medicamento. También recomendaron que se excluyera a las mujeres en edad fértil de todos los ensayos clínicos exploratorios hasta que existiera evidencia incontrovertible de su seguridad y efectividad para evitar riesgos al feto.3 Sin embargo, esa postura precautoria fue malinterpretada y aplicada a todo tipo de ensayos clínicos, lo cual terminó por descartar a las mujeres de cualquier edad