Ninguna recién casada, con su vestido de volantes y sus flores en el pelo, cree que va a ser una de esas mujeres que dan que hablar, de esas sobre las que las otras comentan entrecerrando los ojos y negando con la cabeza, de aquellas cuyos nombres fueron reemplazados por la golpeada, la violada, la abusada, la asesinada