a la plebe se le ha dado lo que quiere y se ha vuelto arrogante, creyéndose superior incluso a los gobernantes, gritando en las calles que su hora ha llegado y escribiendo en los muros: “¡Abajo los privilegiados!”. Se ve que nadie les ha dicho que los privilegios hay que merecerlos y que los que les ha concedido un gobierno corrupto son engañosos, hipócritas y falsos. Porque lo que no se ha ganado no es auténtico.