única sofisticación del París-Berlín era su nombre cosmopolita, cuyo origen nadie sabía explicar. Como consecuencia, la clientela tampoco era sofisticada. La mayoría tenía aspecto de comerciante. Se hablaba principalmente de negocios. También de deportes y, algo menos, de aventuras eróticas. Sin embargo, reinaba una modesta discreción, como si los clientes se hubiesen puesto de acuerdo en respetar la austeridad del restaurante. David y Víctor siempre ocupaban la misma mesa, reservada para ellos todos los miércoles