Es posible que los hijos hubieran hecho de todos modos la comunión, pero las palabras, Moliner lo sabía, no son nunca inocentes, y en medio de la España de la victoria, tan delirante, había que hablar el mismo lenguaje del vencedor y asumir sus códigos; deliberadamente o por descuido, uno se podía exponer a la delación si utilizaba otros calificativos o nombraba las cosas como cuando existía libertad y el mundo no era monolítico, cuando las palabras podían escogerse y unirlas o separarlas a voluntad.