Hablo del grave y sencillo Dick Baker, minero del Barranco del Caballo Muerto. Tenía cuarenta y seis años, era gris como una rata, serio, pensativo, de escasa educación, vestía con desaliño y siempre iba manchado de barro, pero su corazón era de un metal más precioso que todo el oro que nunca pudo sacar con su pala. En realidad, que todo el que jamás se haya extraído o acuñado.