Júlia Martínez

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    Ha empezado algo que no es nada agradable y que va a cambiarlo todo, pero ¿el
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    Si tengo dinero, puedo hacer todo lo que quiera.
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    Las tetas hacen llorar a las mujeres, se ponen gordas. Sus maridos también se vuelven feos y ariscos.
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    supongo que, cuando se desea querer, se puede querer.
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    Las chicas también tienen que ser fuertes. Y yo ahora ya soy fuerte. Nadie, aparte de mí, es lo suficientemente fuerte como para coger los gusanos. Y nadie lo será.
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    se ruborizó: «Te has enamorado de los dos, qué vergüenza, eso no puede ser», dijo.
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    sabía qué decir. Los quiero mucho a los dos. No quiero ofender a ninguno de los dos. Quiero que los dos estén siempre conmigo, quiero que yo sea a la que más quieren.
    Todo esto se lo conté a Berrin, que
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    —Entonces está bien. Mamá, cuando yo sangre, ¿a mí también me darán regalos?
    —No, hija mía. Porque esto no se lo diremos a nadie. Será un secreto, se terminará sin que nadie se dé cuenta.
    —¿Por qué a ellos cuando se hacen mayores les hacen una fiesta, reciben regalos, y nosotras al crecer nadie lo sabe, no nos traen regalos?
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    Si es algo de lo que avergonzarse, ¿por qué sangramos? ¿Por qué es una vergüenza que la mujer sangre? ¿Todo esto es porque no tenemos pilila? Si hubiéramos tenido pilila, ¿a nosotras también nos harían una fiesta?
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    —¿Quieres que te diga algo? Te acuestes o no te acuestes con ellos, a todas nos pueden decir esa palabra. Te la pueden decir por caminar por la calle, te la pueden decir por escribirte cartas
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