El archivo fotográfico de Tuol Sleng es uno de los casos excepcionales donde los perpetradores del crimen preservaron sistemática y meticulosamente, a través de actos de representación —en este caso la fotografía—, sus crímenes: la erradicación de otros humanos. Estamos acostumbrados a que las imágenes de violencia sean producidas por periodistas o testigos, fuerzas neutras que llegan después de que el acto de violencia fue cometido, toman la foto, y denuncian lo que otros hicieron. Pero las representaciones de violencia producidas por los perpetradores mismos de esos actos atroces son escasas. Más aún si se trata de imágenes producidas durante el curso mismo de la violencia, dentro de ella, no después de ella. Quizá por su rareza nos desconciertan tanto. Son ventanas al acto mismo de la violencia, no a sus resultados y consecuencias.