Medio inclinado sobre un abismo abierto, mudo, tiemblo, me voy girando, con atención ávida contemplo todo lo que me rodea. Cada objeto me es doblemente querido. No voy a entretenerme en mi pobre y aburrido cuarto, ¡me despido de cada mancha en la pared! ¡Hartaos una última vez, ojos míos! La vida se aleja, regular y tranquilamente se va apartando de mí, igual que la orilla se aleja en la mirada de los hombres de mar.