Editorial Gafas Moradas

Los otros dos pudieron haberla besado o consolado alguna vez, ninguno podía deducir por qué ella prefirió el mar y la levedad de su nueva condición.
3. Un fogón donde una mujer con tez cara de reina pero con vestidos de enfermera triste, hacía té o sopa y tarareaba

Para nosotros los habitantes de mi pequeño e insignificante país, el mar era todo, allí sembrábamos flores azules, amarillas y malva. Esa era nuestra fuente de vida

Temo a todo, hay voces demasiado incrustadas en mi memoria. Dicen que son entes del infierno que te hacen recordar tu naturaleza infame, voluble. Banal. Me empiezo a desvestir, necesito provocar a alguien. El cuerpo quiere y no quiere ser tocado

No nos podíamos poner de acuerdo cuál Dios nos estaría guiando en el camino

Viajé a Tailandia por tres meses. Me encantan las distancias geográficas como si eso fuera a marcar un hito real y definitorio en una nueva condición, como si cambiar de lugar a cada momento me hiciera renacer. Me diera vida

Y estuve allí mirando el mar cada día y cada noche, a veces me quería meter muy al fondo. Me rascaba la piel con dureza. Para que me doliera algo. Tragaba arena. Hasta tomaba agua casi hasta vomitar. Pero sabía que yo tenía que sobrevivir y contarlo.

Él se reía, decía que no creía que yo alguna vez pudiera vender un solo libro y llegar a ser escritora de verdad, que para eso se necesitaba dejar de ser menos mujer y más artista

«Cuando te das cuenta de que el lenguaje es el creador de la vida, te falta tiempo, espacio, formas para hacer con él lo que se te ocurra», dice Julia Wong

He escrito por razones equivocadas. Quizás, porque mi padre me puso un nombre que significa «espíritu del libro», porque busca la sinrazón.

Creo que al cruzar la puerta de la creación te enfrentas al suceso inefable de la vida desnuda y sin dientes.