De Mercken Anne

Cuando estaba viva, imaginaba que el fin del mundo tendría algo de redención. Pensaba que sería una suerte de purificación. O una simplificación, al menos. Rectificación a través de la reducción. Era capaz de imaginar las ciudades vacías, la tierra recuperada.

muchos de nosotros no recordamos quiénes somos…, éramos…, somos. Somos actores secundarios de nosotros mismos; personas que reconocemos pero a las que no sabemos poner nombre.

Solo los no muertos entendemos plenamente el sentido de la vida, dijo. No tiene sentido, dijo.

Ya no hay días que duren tres días. Esa sensación de abundancia no dependía del exceso ni de la carestía, sino

de la finitud y de una suerte de frugalidad. Tenía que ver con que el tiempo del día es limitado y aun así más que suficiente, y con exprimirlo al máximo, sin desperdiciar ni un solo instante.

Decidisteis que sería la única cosa que os llevaríais a la tumba. No estaré solo porque tendré esto.

hambre no es más que esperanza voraz. Un espejismo. Siempre borroso. El enjambre negro tras mis dientes. Este pozo no tiene fondo. Ni un lugar oscuro en el que esperar a que pase. Nada tocará nunca esta ansia de ti. ¿Cuánto tardamos en permitirnos saber lo que sabemos?

tiempo.
–Creo que la pena es una máquina del tiempo.

Mirar su cuerpo es como mirar tu rostro cuando duermes. Tan desprotegido y tan feroz. No te veré envejecer.

Ahora mismo siento aquel frío fugaz. Atesoramos cosas en nuestros cuerpos.