Quien pide prestado un libro, por regla general es más peligroso que el incendio consumidor de la Biblioteca de Alejandría. Reivindiquemos por eso al ladrón de libros, para confirmar la paráfrasis al adagio balzaciano: detrás de toda gran biblioteca, como detrás de toda gran fortuna, hay un crimen. A diferencia de quien pide prestado un libro, quien lo expropia habrá de cuidarlo con esmero.