La autoficción hace uso de la evocación con el fin no solo de poder recordar y revivir un pasado por medio de su representación, sino también con el fin de poder olvidarlo, es decir, de desrecordar una vivencia particular. Y, al igual que un animal desbocado supone un campo enorme de libertad, lo mismo sucede con un pasado desevocado: al no haber más recuerdo de lo vivido, todo puede ser inventado o reinventado. No nos olvidemos nunca lo que de forma tan contundente ha tratado de explicarnos Cervantes cuando declara: «En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme», dando a entender de este modo que el no-recuerdo y la desevocación también pueden ser fruto de una voluntad caprichosa.