personas llegan a nuestras vidas con un propósito más profundo de lo que imaginamos, y su partida también tiene una razón. A menudo, esos lazos cumplen un ciclo, nos traen aprendizajes, nos ayudan a crecer o entregan una lección que debía ser asimilada. Forzar que algo vuelva a encajar solo lleva a entender que las diferencias persisten. Esto no convierte a nadie en enemigo; simplemente muestra que somos distintos.
Quizás pensamos que todo sería más sencillo si la otra persona hubiera actuado de otra manera, si hubiese cedido, entendido o priorizado nuestras necesidades. Pero cada individuo tiene su propia perspectiva, sus prioridades y sus limitaciones. Lo que para uno es natural, para otro puede ser complicado, no por maldad, sino por su forma de ser.