Era inútil. ¿Cómo la buscaría? ¿Por qué tenía que buscarla? ¿Qué le podía ofrecer, salvo un retorno a la sociedad bárbara que había acabado con ella? Deshice lo andado a la luz del amanecer, melancólico a la luz del amanecer. Ahora pertenecía a las montañas. ¡Que las montañas la cobijasen! Que volviera a la soledad de aquellas montañas secretas. Que viviera con las piedras y el cielo, con el viento azotándole el cabello hasta el final. Que viviera de aquel modo.