Cuando no podía estar al aire libre, durante lo más crudo del invierno o en las tardes cuando regresaba Victor, estudiaba sus lecciones escolares o miraba pinturas y leía poesía. Maravillaba a los Frankenstein. Consideraban que ser tan sensible a las artes desde tan pequeña era una prueba de lo bien criada que estaba. Pero, en realidad, era una manera de volver a escapar al bosque cuando me sentía atrapada adentro.