Zyanya Mariana

Todos juegan a dios
en la incomparable intimidad del orgullo
El maestro albañil que con ladrillos alcanza el cielo
la madre que bajo las faldas cría
y el monje que con su sotana viola
el amigo escritor que teje la trama de pequeños mundos
el arquitecto, la abogada y el médico
fundan instituciones para difundir la verdad
que levanta
que juzga
que cura
algunos incluso
instruyen inteligencia
conmueven entusiasmo
organizan fuerza
y temen los monstruos claroscuros que surgen
[de lo moribundo y del abrazo colectivo

Todos juegan a dios
en la incomparable intimidad del orgullo
El maestro albañil que con ladrillos alcanza el cielo
la madre que bajo las faldas cría
y el monje que con su sotana viola
el amigo escritor que teje la trama de pequeños mundos
el arquitecto, la abogada y el médico
fundan instituciones para difundir la verdad
que levanta
que juzga
que cura
algunos incluso
instruyen inteligencia
conmueven entusiasmo
organizan fuerza
y temen los monstruos claroscuros que surgen
[de lo moribundo y del abrazo colectivo
Unos
pocos
sin nombre y título
en el vaivén del hacer
encuentran
enredados en el instante
se entregan
los cantos y las flores
revelan
una bisagra de la gran máquina
pequeña
un brote del gran paisaje
cósmico
tránsito entre tránsitos
breve y devoto
solo un aliento
de cantos y flores

Con resina espolvoreada de oro
plata
platino
se arreglan las fracturas
de la cerámica
de la existencia
Kintsugi, 金継ぎ, le llaman
carpintería en oro
que el sabio valoró más que aquel jarrón intacto traído
[de lontananza por el Shogun
Mis besos son la mirada del sabio que recorre tu cuerpo
Las cicatrices son la resina dorada de tu piel
Todos nos rompemos
tú te rompes
yo me rompo
A veces
tú me rompes a mí
a veces
yo a ti
nosotros nos rompemos

El problema de los mensajes cotidianos, incluso los virtuales, radica en que te van domesticando. Se convierten en una especie de confesión, género literario de la intimidad. Por eso, tuve que eliminarlos de la red, extirparlos de mi cuerpo y destruir el vínculo que brotaba; sólo así podía recuperar mi condición de Antígona

Lo bello y lo triste
侘寂, dos kanjis
cuatro silabas
efímeras
desparecen en la lengua y convocan
lo imperfecto y simple
lo frágil
el tiempo en el cuerpo
lo que Yo fue y Yo ya no es...
tránsitos visibles
como las cicatrices
como las cicatrices en tu pecho
como tu piel silenciosa y morena
como la toronja cortada y saboreada después del ejercicio
y este río desbocado que ya no es el mismo
como el laberinto de mensajes virtuales que alguna
[vez quisieron desnudarnos
como la noche cuando llegabas
como el amanecer que nunca compartimos
como estas piedras que habitamos
después de tantas conquistas
como esta ciudad palimpséstica que nos habita
sin nombre
doliente
se reconstruye

tránsitos visibles
como las cicatrices
como las cicatrices en tu pecho
como tu piel silenciosa y morena
como la toronja cortada y saboreada después del ejercicio
y este río desbocado que ya no es el mismo
como el laberinto de mensajes virtuales que alguna
[vez quisieron desnudarnos
como la noche cuando llegabas
como el amanecer que nunca compartimos
como estas piedras que habitamos
después de tantas conquistas
como esta ciudad palimpséstica que nos habita
sin nombre
doliente
se reconstruye

Mi cuerpo
con su cabello rizado como el de Tlaltecuhtli
pertenece al inframundo
obscuro
enfermizo y frágil;
envejece
Mi mente ama en abstracto
ama un dios y levanta inquisiciones
ama utopías e instituye encomiendas
ama una moral y señala al otro como caníbal sediento de sangre
ama un pueblo y se convierte en guillotina
ama la ciencia y clasifica como inferior lo que no es blanco

Mi cuerpo
desde esa atalaya de requiebros
puede ver todo
las pieles y las sombras amadas
el hilo que conecta los cuerpos
ignotos y vibrantes que nunca tocará
Mi cuerpo
en la ternura de otro cuerpo
enlazados
insondables
se deslavan
Mis Yoes se saben
un grano de arena frente al mar

Donde hay tiempo todo parece permanencia
Donde hay tiempo y alegría no hay naufragios
y los actos parecen continuidades
y las formas
presencias
a veces presencias estéticas
a veces ríos tóxicos

En los ojos y en la piel
se consume el fuego
ese que anida en el umbral de la columna vertebral
jardín epicúreo
y más allá
la vibración
ni símbolo ni significado, ni significante
ni tránsito
A veces una especie de muerte
en el abrazo del cuerpo del otro
llega
y del propio cuerpo
se apropia
y una fiesta de resurrección
adviene