del 58 %; o a los 2000, cuando uno de cada tres estudiantes abandonaba prematuramente los estudios.
Los datos apuntan, precisamente, en el sentido contrario. La gran mayoría de indicadores evidencian una auténtica revolución en los resultados educativos españoles durante las últimas décadas. Han mejorado el acceso y la permanencia en el sistema educativo, y se ha logrado que sea más inclusivo, comprensivo y que disponga de mejores servicios e infraestructuras. Desde la llegada de la democracia, se ha erradicado el analfabetismo, se han universalizado el segundo ciclo de Educación Infantil y la Educación Secundaria, ha aumentado la escolarización obligatoria hasta los dieciséis años, hay mayor esperanza de vida escolar,
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se ha incrementado el porcentaje de personas que estudian y titulan en todos los niveles, y se ha producido una progresiva equiparación de la formación de la población adulta en relación con la Unión Europea.
Un ejemplo lo encontramos en la tasa de abandono educativo temprano.
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Si se compara con otros países, la cifra en España (13,9 %) es de las más altas en el contexto europeo. Sin embargo, la serie histórica muestra una importante mejora en los últimos veinte años (desde el 32,2 % en 2004), además generalizada en todas las comunidades autónomas (Figura 1). Así, aunque los datos de abandono temprano no son buenos, es innegable que han mejorado sustancialmente, lo que cuestiona la tesis de que en las últimas décadas se ha producido un retroceso educativo.
En las competencias
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básicas de la ciudadanía también se observa una mejora significativa,
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con una evolución solo equiparable a países como Finlandia. Desde principios de los años 2000, se ha incorporado a las etapas superiores una mayor proporción de grupos sociales tradicionalmente excluidos, sin que los resultados se hayan resentido por ello. Así lo muestra el informe PISA,