está el clásico del imaginario maternal, la sufrida maternidad, la madre a la que le han arrebatado al hijo: está Níobe, que se lamenta por el asesinato de sus catorce hijos a manos de los dioses celosos; y está la Pietà, la Virgen María, en su duelo por el Cristo muerto, dos de los ejemplos más conocidos. Eso sí, la madre tiene que ser noble y estar inmersa en una agonía redentora, tiene que mostrar el sufrimiento del mundo grabado a fuego en la cara, y llevar a cuestas la pesada carga de la desgracia humana, la cual aplaca en nombre de todos nosotros, si bien lo que el dolor de las madres no debe mostrar nunca es la cruda injusticia del mundo en el caos que lo gobierna