me sentía culpable de haber traído al mundo un ser que, ahora lo veía, era tan indefenso y frágil que me estremecía pensarlo, que sufriría, por supuesto que sufriría, sufriría como todos, y tarde o temprano se moriría, como todos. Y yo no quería que sufriese y no quería que se muriese, yo quería protegerla de todo, ahuyentar todos los peligros, mantenerla entre mis brazos para siempre, segura, dormida e inocente.