Tan pronto como exhalamos y dejamos que la mente vuelva a fluir hacia el campo que la rodea, sentimos una nueva soltura y libertad. Ahora los otros animales, las plantas, los acantilados y las mareas son parte de los eventos que se despliegan y ya no recae solo sobre nosotros hacer que las cosas sucedan según nuestra voluntad. Como no somos los únicos portadores de conciencia, no estamos ya en la cima de las cosas, con la responsabilidad paralizante que eso implica. Ahora somos cómplices de un misterio vasto que se despliega de manera incesante y nuestras acciones tienen resonancia solo en la medida en que están atentas a los otros actores que nos rodean, en sintonía y receptivas a la creatividad emergente de la tierra misma