Habida justa cuenta de las magulladuras varias y de los berrinches y cansancios y de los abandonos, queda claro que no siento ya la vida como un descubrimiento —y tanto menos por consiguiente la poesía— sino más bien como un frío material de especulaciones y análisis y deberes. Aquí late ahora mi vida: en la política, en la práctica, en todas las cosas que sirven de los libros, pero los libros no aman, como hace en cambio la esperanza de creación.