Si estás de acuerdo en que, en ausencia de Dios, podrías «cometer robo, violación y asesinato», te revelas como una persona inmoral, «y nos deberían advertir para que dejáramos un amplio espacio a tu alrededor». Si, en el otro extremo, admites que continuarías siendo una buena persona incluso aunque no estuvieras bajo vigilancia divina, has socavado fatalmente tu afirmación de que Dios es necesario para que seamos buenos.